Lucen como casas en las zonas marginadas de Acapulco, Guerrero, pero en su interior son más que eso, entre sus paredes y techos cohabitan la fe y la esperanza de un cambio profundo en el puerto.
Son los Centros de Escucha, la Arquidiócesis de Acapulco los construyó para atender a cientos de víctimas de la delincuencia en las colonias donde se registran altos índices delictivos.
“Aquí atendemos familias completas golpeadas por la violencia, víctimas directas e indirectas de secuestros, asesinatos, extorsiones y desapariciones”, narró el sacerdote Jorge Hernández, quien administra una de las cinco sedes inauguradas en noviembre pasado.
En los Centros de Escucha no solo trabajan religiosos, también psicólogos, abogados, tanatólogos y voluntarios capacitados para la atención a víctimas de la violencia. Los expertos acompañan espiritual, jurídica y psicológicamente a las personas afectadas.
“El acompañamiento que estamos implementando es en tres ejes; el pastoral, el psicosocial y el jurídico. Se trata de un trabajo integral con el objetivo de ayudar, lo más que se pueda, a las personas que están sufriendo una perdida”, comentó el padre Jesús Mendoza, coordinador de este esfuerzo de la iglesia católica.
Alejandra es una de las más de 300 personas que han sido auxiliadas por la arquidiócesis. En 2011, una bala perdida mató a su hija de cuatro años. Ella y su niña caminaban en la colonia La Laga, cuando se desató una balacera.
“Varios hombres armados que viajaban en dos autos comenzaron a disparar, mataron a unas personas que estaban en la calle, pero una de las balas impactó la cabeza de mi hija”, recordó.
“La muerte de su pequeña la impactó drásticamente y tras varios meses de sufrimiento se acercó al centro. Poco a poco fue superando la perdida, con la ayuda de todos nosotros logró reintegrarse a la sociedad y hoy lleva una vida más tranquila”, describió María Concepción Soriano, una de las psicólogas que colabora gratuitamente en el proyecto.
“Están matando a mucha gente inocente, no solo ejecutan a personas involucradas con el crimen organizado, también a personas cuyo único error fue estar en el lugar y momento inadecuado”, aseguró Alejandra.
Guerrero fue el estado donde más homicidios dolosos se cometieron durante el primer trimestre del año, la mayoría de ellos en Acapulco, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
“Detrás de los números hay muchas familias sufriendo, cada una de ellas necesita ayuda para superar su duelo y no generar más violencia y resentimiento”, describió la psicóloga.
“Tenemos que construir más Centros de Escucha, sobre todo en los lugares donde hay un alto índice de asesinatos relacionados con bandas del crimen organizado, es ahí donde tenemos que reforzar nuestra labor”, dijo el padre Jorge Hernández.
Los integrantes de la Pastoral de Justicia Social de la Arquidiócesis de Acapulco aseguran que el problema en el puerto es de tal magnitud que necesitan más voluntarios y profesionales para ayudar a más familias.
“Las víctimas tienen derechos, a la verdad, a la justicia, pero sobre todo a la reparación del daño, no lo decimos nosotros ya fue estipulado en la Ley General de Víctimas”, señaló el padre Jesús Mendoza.
“Lo primero que tenemos que hacer es aceptar que nuestra comunidad ha sido muy golpeada por los criminales, una vez que dimensionemos lo que produce la violencia debemos atender psicológicamente a todas las víctimas y más a las que no tienen recursos para pagar ayuda profesional”, comentó María de la Concepción.
Arquidiócesis de Acapulco Vs. Delincuencia
La taza de homicidios de Acapulco fue la más alta del país en 2012. En promedio, por cada cien mil habitantes asesinaron a 143 personas, según datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal.
“Cada vez más familias acudían a las iglesias a pedirnos que oficiáramos misas por sus seres queridos asesinados o desaparecidos, entonces nos dimos cuenta que había una necesidad de atender a las víctimas indirectas de la delincuencia”, recordó el padre Jesús Mendoza de la parroquia en La Laga.
Ante el incremento de la violencia, la Arquidiócesis de Acapulco emprendió una estrategia para disminuir los índices delictivos, la cual contempla el trabajo en las iglesias, las escuelas católicas, las calles con sectores vulnerables de la sociedad, los centros de atención a víctimas y con la industria pública y privada.
Este modelo contra la violencia fue aplicado por la iglesia católica en Colombia, por eso la Arquidiócesis de Acapulco envió a los sacerdotes de sus parroquias al país sudamericano para capacitarlos en la atención a víctimas y la prevención del delito en sus comunidades.
“Nos capacitaron para escuchar, ayudar y convencer a la sociedad que pueden convertirse en constructores de la paz. Por ejemplo, trabajamos con adolescentes y jóvenes en zonas marginadas para que se reconozcan como agentes de cambio y no caigan en las adicciones o en las redes de la delincuencia organizada”, subrayó el padre Jesús.
“Lo más difícil de nuestro trabajo pastoral es enseñar a perdonar, muy pocos aprenden esta cualidad, porque no es fácil eximir aquel que mató a tu hijo o a tus padres, pero cada vez que alguien lo logra nos enseña a todos que aún tenemos esperanza de alcanzar la paz en nuestro país”, señaló el padre Jorge.
FUENTE MILENIO