POR: HUMBERTO CAVAZOS
H. E. CAVAZOS ARÓZQUETA@HECavazosA
Me acuerdo que fue una madrugada de insomnio. Tenía 13 años recién cumplidos. Uno de mis mejores amigos y yo buscábamos algo interesante en la televisión mientras platicábamos, casi entre susurros, de lo que platican los adolecentes. No sé si eran los nervios o la adrenalina o ambos lo que nos impedían conciliar el sueño. Al día siguiente volaba a Frankfurt. Iba a quedarme en Alemania a vivir durante un año.
Por eso la vigilia involuntaria, el tedio que se venía profundizando y la multiplicación de nimiedades en la conversación con Alfredo. Y cuando todo indicaba que la noche no iba a mejorar, en la pantalla aparece un hombre de aspecto medio carcomido, con una voz poco áspera y unos ojos que se me hicieron conocidos, que contaba que una prostituta le había ofrecido una manzana en una taquería; que le habló en un inglés paupérrimo y tosco; que por eso supuso era mexicana y la invitó a que le hablara en español; pero que no, que era rusa; que era sumamente hermosa; y luego él que vámonos a mi casa; y ella que sí; y que ahí, ya en el hogar, le dio una maruchan.
La entrevista nos había atrapado. Ni mi amigo ni yo hablábamos más. Escuchábamos atentos a Xavier Velasco—escritor mexicano que acababa de ganar el Premio Alfaguara a mejor novela—contar qué sucesos en su vida lo llevaron a escribir Diablo guardián, la obra ganadora de la presea previamente mencionada. Narraba con agilidad y humor los acontecimientos que lo inspiraron. Explicaba lo que había hecho con el dinero que había obtenido de la casa editorial española por su novela. Pagó deudas. También hablaba de sus personajes: de Pig, de Nefastófeles, de Violetta, protagonista inspirada en la meretriz de Europa lo sedujo una msdrugada, en una taquería de la zciudad de México, al ofrecerle una manzana.
Cuando terminó la entrevista, mi amigo dormía; yo apagué la televisión y antes de dormir me propuse comprar el libro. Al día siguiente lo encontré en mi casa, pues mi madre ya lo había leído. Lo acababa de terminar. Me aseguró que estaba medio fuerte. Por mí, mejor. Lo acabé un mes después acostado en mi catre en el internado de Alemania. Fue mi primer novela. A partir de entonces, adquirí el habito de la lectura. Y seguí leyendo; estudié tres semestres Lenguas y Literaturas Hispánicas en la FFyL.
Dejé la carrera, pero seguí y sigo leyendo.
Inculquemos la lectura. A crear conciencia.